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Crónica de una turista accidental en Klisura

Visitar alguno de los pueblos más bonitos de Bulgaria estaba en la lista de lugares que ver  en nuestro improvisadísimo viaje a Sofía. Como dependíamos del transporte público tampoco queríamos ir demasiado lejos, ni hacer larguísimos trayectos, aunque por experiencia os diré que cada vez que mirábamos el mapa  cualquier punto de interés estaba a 2 horas por lo menos.

Os aseguro que visitar Klisura no entraba en nuestros planes. No solo eso, jamás habíamos oído hablar de este bonito pueblo en el Valle de las Rosas.

-¿Koprivshtitsa?- pregunto a la joven sentada frente a nosotras cuando apenas el tren comienza a detenerse-. Su única respuesta es encogerse de hombros. Me sorprende por su edad que no diga ni una palabra en inglés.

Preocupada, salgo al pasillo rápidamente, ya que por el tiempo transcurrido calculo que tenemos que estar a punto de llegar, e interrogo a un caballero de cierta edad, que se asoma por la ventanilla para intentar leer el nombre de la estación.

Afirma con la cabeza y salto de contento: hemos llegado a la ciudad museo, considerada uno de los pueblos más bonitos de Bulgaria y a  menos de 2 horas de la capital (Ojo, en el tren «rápido»). Nos dirigimos apresuradas hacia la puerta, pero ¡Oh sorpresa! Mi primer intento de abrirla resulta fallido y cuando quiero pedir ayuda el tren arranca sin previo aviso, ni pitido, ni campanilla , ni megafonía, ni nada de nada.

El caballero que aún está en el pasillo se da cuenta al instante de lo ocurrido y grita al jefe de Estación para que detenga el tren. Su única respuesta es señalar hacia adelante, indicando que bajemos en la próxima.

Mi cara, por el modo en que me observaba el caballero del pasillo,  debía reflejar una mezcla de angustia, incredulidad y cabreo. Bájese en la próxima… ¿Cuál era la próxima estación? Confiada, pensé que estaría pocos kilómetros más adelante y que seguro había un autobús, tren o taxi para retroceder ¡Cuán equivocada estaba! o más bien que poco sabía de este país al que viajaba por primera vez.

Vaya por delante que hay días en los que uno parece haberse levantado con el pie izquierdo, y aquel día de primeros de septiembre iba a ser uno de esos.

Ya os he contado en un post anterior lo complicado que puede resultar visitar Bulgaria en transporte público. Si lo leísteis, recordaréis que os comentamos la desinformación que nos proporcionaron respecto a los horarios en la oficina de Sofía y que frustró nuestro primer intento de viajar a Plovdiv. Ya que estábamos en la estación central de Sofía decidimos comprar billetes de tren a Koprivshtitsa para el mediodía, que en realidad era nuestro plan para el día siguiente. Pero ya sabemos que cuando uno viaja pueden surgir imprevistos y además ¡los planes están para cambiarlos!

Cuando, tras un trayecto que se nos hizo interminable, el tren se detuvo , el «amable» revisor vino a echarnos literalmente del tren y ¿adivináis? Tampoco abre la puerta al primer intento ¡Bien por el mantenimiento en los ferrocarriles búlgaros!

Mi primera impresión, al bajar del tren, fue algo así… como si acabásemos de llegar a una estación fantasma. En medio de la nada y con un nombre ininteligible que no ayudaba a identificar dónde demonios estábamos.

Optimista por naturaleza (creo que en este viaje descubrí que soy mucho más optimista de lo que pensaba) me alegro de encontrar una jefa de estación de mediana edad, lo que me lleva a  pensar «seguro que chapurrea algo de inglés» Pues… ¡Ni una palabra!

Lo único que sacamos en claro es que el siguiente tren en dirección a Sofía (y por tanto a Koprivshtitsa) pasaba tres horas más tarde. Miré a mi alrededor y allí no había nada, ni una simple cantina de estación en la que beber algo.

-¿Bus? ¿Taxi?- me aventuré a preguntar.

-Ne, ne, ne… (ósea, no, no ,no)

Menos mal que teníamos el «comodín de la llamada», esto es  nuestro amigo búlgaro en España ¡Bendito fin del roaming! quien pudo explicarle toda nuestra aventura. Junto a la jefa de Estación había otras dos mujeres. Supimos después que eran amigas del pueblo, desde su infancia.

Una de ellas se dirigió a nosotras :

-¿English?

-Ouuuuuuu Yesssss

-Necesito agua…water, please- dije, a punto de desfallecer. Y rápidamente acudieron con una botella grande.

Si existen ángeles de la guarda, Stefka fue nuestro ángel en Bulgaria. Habló por teléfono con nuestro amigo y le dijo que no se preocupase, que ella nos llevaba en su coche hasta el pueblo y 3 horas más tarde nos bajaba de nuevo a la estación.

-¿Dónde estamos?- le pregunté

-En Klisura

Busqué en «San Google» y descubrí que habíamos recorrido 25 kilómetros desde Koprivshtitsa. También, que habíamos abandonado la provincia de Sofía para entrar en la de Karlovo (Plovdiv). Así que ¡Adiós a la visita a uno de los pueblos más bonitos de Bulgaria!

Después de reponernos con un café en el único bar del pueblo y poner a cargar nuestros móviles, y ya con el ánimo más tranquilo, decidimos dar una vuelta y sentarnos en un banco de la plaza, justo delante.

Al levantar la vista descubrimos estar rodeadas de montañas ya que Klisura, cuyo nombre proviene del griego y significa «paso» (desfiladero) se encuentra en la parte más al oeste del Valle de las Rosas, entre las montañas de Stara (Montes Balcanes) y  Sredna Gora.

Ya que hemos llegado hasta aquí, lo mejor será disfrutar de un paseo y ver el pueblo. La verdad es que ¡se respira tanta paz! Stefka, a quien no esperábamos hasta unas horas después, llega hasta la plaza y se dirige a nosotras. Los búlgaros no han resultado hasta ahora ser excesivamente abiertos ( y eso que tenemos amigos búlgaros) pero después de conocerla nuestra opinión cambia radicalmente.

Stefka está encantada de poder practicar su rudimentario inglés. Nos cuenta que lo estudió en un breve curso que se impartió al ejército de Bulgaria antes de entrar a formar parte de las operaciones conjuntas de la OTAN. Resulta que Stefka es Sargento y está casada a su vez con un militar, aunque ella, madre de dos hijos, no quiso participar en estas operaciones.

Ha nacido en Klisura y ama este lugar por encima de todo. Su madre es maestra de la escuela y Alcaldesa del pueblo. Para ella Klisura es la paz y no nos extraña en absoluto. Nos explica que el edificio a nuestra derecha es el Museo de Historia y pregunta si nos apetece visitarlo. Se convertirá en nuestra guía turística.

Qué ver en Klisura

Aunque no esté incluido, como ocurre con Koprivshtitsa, en la lista de los pueblos más bonitos de Bulgaria, Klisura es un lugar encantador. Cuidado, tranquilo y con un patrimonio histórico envidiable para su tamaño. Con un papel relevante en la Revolución de Abril contra el Imperio Otomano y, con anterioridad a este acontecimiento, una floreciente actividad basada en el cultivo de las rosas y el destilado y producción del famosos aceite, Klisura era además un lugar  culturalmente privilegiado. Gracias a la pequeña escuela creada, alrededor de 1875,  por uno de sus más célebres personajes oriundos, el literato Hristo Danov (fundador de la primera imprenta en Bulgaria) tanto niños como niñas ( y se hace hincapié en este dato ya que no era frecuente en el país, y en esa época, que las niñas acudiesen a la escuela) recibían una excelente formación.

Museo de Historia

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El edificio, situado en la Plaza 20 de Abril (fecha de la Revolución) fue construido en los años 1925-6. El espacio expositivo se reparte en 3 pisos:

En el primero se muestra la forma de vida de los habitantes de Klisura en el pasado, así como el desarrollo de la educación en los siglos XVIII y XIX (Renacimiento Búlgaro) Se pueden ver los alambiques y otros objetos relacionados con el cultivo y posterior producción del aceite de rosa, con la ganadería y también el desarrollo de la educación en la ciudad.

Además del fundador de la industria editorial en el país, Hristo Danov (del que se conserva su biblioteca personal) en Klisura nació el político Marko Balabanov, primer Ministro de Exteriores de Bulgaria.

El segundo piso nos acerca a los casi cinco siglos de historia en los que Bulgaria perteneció al Imperio Otomano, y como a lo largo del tiempo se formaron los comités revolucionarios secretos que llevarían al levantamiento de Abril (20 de Abril de 1876) El principal problema para los insurgentes era la falta de suministros de armas. Cada rebelde tuvo que procurarse sus propias armas, ropa, provisiones, quinina …

Los habitantes de Klisura construyeron además 15 cañones con madera de cerezo. En el Museo se conserva una réplica exacta, del mismo tamaño que los originales.

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El lema de los rebeldes fue «libertad o muerte». Los líderes de la revolución vestían un uniforme especial, en cuyo sombrero figuraba un león enfurecido, que se convirtió en el símbolo de la liberación de Bulgaria y que puede verse en el Museo. La campana de la Iglesia de San Nicolás, que también se conserva en el museo, advirtió a la población civil de Klisura del inicio del levantamiento. Aunque muchas mujeres y niños se refugiaron el el monte Sredna Gora, al menos 400 permanecieron en el pueblo y murieron a manos del ejército Turco. Pueden leerse sus nombres en un memorial.

La planta baja contiene una exposición de pinturas que relatan la revolución de Abril y otras que muestran paisajes y diversas estampas de la ciudad de Klisura. El Museo ofrece visitas guiadas en búlgaro y un folleto en inglés (en realidad es un folio mecanografiado a dos caras, que conservo) La entrada cuesta 2 leva (alrededor de 1 euro) y no está permitido hacer fotos. Sobre ese último detalle, en este y otros museos en Bulgaria, tengo pendiente escribir un post ¡Dadme tiempo!

Monumento a Ivan Tankov (Borimechka)

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Desde la plaza, en realidad desde cualquier lugar, es posible ver la enorme estatua en honor al héroe local de la Revolución de Abril, Ivan Tankov, también llamado Borimechka (el hombre que lucha con los osos). Inspiró la novela «Bajo el Yugo» (del autor Ivan Vasov) en la que se cuenta la historia e irrupción del levantamiento de abril.

El tamaño del monumento a Ivan Tankov es tal que incluso desde abajo, desde el pueblo, se ve grande. Para que os hagáis una idea, en el hueco que hay junto a su pie cabíamos de sobra y se nos veía diminutas.

Stefka nos acerca con su coche, aunque a pie es un paseo muy agradable. La vista es espectacular, el aire limpio y fresco, y la paz solo se ve interrumpida por la presencia de dos perros callejeros que nos persiguen ladrando. El parque, alrededor del monumento, es un sitio excelente para relajarse. Decididamente, y sin que sea oficial, declaramos a Klisura como uno de los pueblos más bonitos de Bulgaria.

Anotad esta visita en vuestra ruta  (eso si, mejor en coche) para recorrer el Valle de las Rosas. Nosotras nos despedimos entre abrazos, y dando mil veces gracias, de nuestra improvisada e inesperada anfitriona.

Llega el tren y la puerta de nuevo se nos resiste. Junto a nosotras, una mujer de avanzada edad, cuyos brazos parecen tan fuertes como los de Borimechka ¿será su descendiente? la abre en un santiamén. No podemos reprimir la risa, aunque la silenciamos, no vaya a ser que se moleste…

Koprivshtitsa, uno de los pueblos más bonitos de Bulgaria

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Declarada «Ciudad Museo» por su patrimonio arquitectónico e histórico, con una importante representación de la arquitectura del Renacimiento Búlgaro que se ha mantenido y cuidado, especialmente desde 1956. Es posible visitar las casas museo en este bonito pueblo de Bulgaria, que tuvo un papel clave en la Revolución de Abril junto con Klisura (de hecho se dice que la revuelta estalló aquí, y pocas horas más tarde en Klisura)

Las Casas Museo pueden visitarse de miércoles a domingo, de 9:30 a 17:00 horas: La casa  Oslekova perteneció a un rico comerciante; la Casa Lyutova fue construida por un recaudador de impuestos y vendida  a un rico mercader ; el museo “Todor Kableshkov”, revolucionario; el museo de “Dimcho Debelyanov”, poeta búlgaro; el museo “Gueorgui Benkovski” , héroe del levantamiento;  el museo “Luben -Karavelov” dedicado al que fue escritor y revolucionario (el primero) y al segundo, que fue Ministro de finanzas. Según los pronósticos teníamos tiempo para una visita a algunas de ellas.

Además de los bellos edificios, esta pequeña ciudad está cuidada hasta el detalle. O eso queremos suponer, ya que lo único que vemos es su estación de ferrocarril cuando el tren se detiene de nuevo. Las flores dan la bienvenida al visitante, en una imagen de postal. Sin duda debe ser uno de los pueblos más bonitos de Bulgaria pero no hemos podido verlo. Y por cierto, que sepáis que desde la estación al pueblo hay unos 8 km de distancia montaña arriba. Hay un servicio de autobús pero resulta imposible conocer su horario.

Lanzo una mirada furibunda al jefe de estación y tengo que reprimir un gesto obsceno. Pero, bien pensado, he visitado un lugar fuera de ruta y he ganado una amiga.

Vosotros ¿Qué opináis? ¿Os ha ocurrido algo similar en alguno de vuestros viajes? Contad, contad, que soy toda oidos.

 

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