Ni las calles de París, ni un paseo en góndola en la idolatrada Venecia… ¿Existe algo más romántico que pasear por la Via dell’ Amore en Pienza? Eso es lo que os encontraréis en la que es, sin duda, una de las ciudades más bellas de la Toscana. Junto a la calle del Amor, la Via della Fortuna y al otro lado la Via del Bacio (la calle del beso). El paseo más romántico es el que recorre la Via delle Mura, la antigua muralla que protege la ciudad, desde dónde se divisa una de las mas hermosas vistas de la Val d’Orcia.

Pienza esta considerada la «ciudad ideal», según los cánones renacentistas. El Papa Pio II, durante el siglo XV, encargó al arquitecto Bernardo Rossellino la construcción de varios edificios en su ciudad natal, entre ellos el Duomo, el Palacio Papal y el Ayuntamiento. No dejéis de visitar la oficina de turismo, emplazada en el bellísimo Palazzo Pubblico. En su patio interior hay un pozo y una luz especial que todo lo envuelve.

A pesar de que Pienza es una ciudad pequeña, por muchas veces que la recorras, nunca deja de sorprenderte la belleza del trazado de sus calles, los rincones que descubres… La calle principal es el Corso il Rossellino, llena de tiendas y con un inconfundible aroma a algo muy típico de Pienza, el pecorino. Seguramente la mayoría pensará que una calle que huele a queso no tiene nada de romántico, pero para los gourmets ¡es todo un placer! Este queso, elaborado con leche de oveja, lo encontraréis en muchos lugares de la Toscana, pero ninguno goza de la merecidísima fama como aquel que se elabora en Pienza. Es cierto que la mayoría de los establecimientos que os ofrecen éste y otros productos típicos de la zona, como las excelentes mermeladas (No sólo para el desayuno, probad las de cebolla o berenjena con manzana para acompañar el queso) la pasta (especialmente pici, la más toscana), las hierbas aromáticas o las salsas a base de trufa blanca o negra, no son precisamente baratos, pero os diré un pequeño truco: cuanto más os alejéis de la entrada a la ciudad por el Corso, los precios de estos productos disminuyen, quizá no sustancial, pero si sensiblemente.
En mi segunda visita a Pienza disfruté si cabe más de la ciudad. Creo que ésto es algo normal, pues uno ya no llega con la urgencia del que todo lo quiere ver, una vez se conocen ya su Catedral, sus Palazzos y Museos, y se limita a disfrutar del paseo, el ambiente y sus tiendas de productos artesanales. También era una temporada no tan «alta» para el turismo y, de hecho, la mayoría de visitantes eran italianos. Recorríamos, una vez más, el Corso il Rossellino para comprar alguna de las delicias que allí se ofrecen, y era un verdadero placer hacerlo sin aglomeraciones. Allí descubrimos a Lapo. No tenía mas de 6 ó 7 años y en una mesa fabricada con cartón ofrecía su mercancía. Me pregunté si era mera diversión, un entretenimiento para el niño mientras su madre trabajaba, o quizá precisamente ella (dueña de la carnicería junto a la que estaba sentado) con una mayor visión de «negocio» le habría dado la idea.

Espere ansiosa el teu següent relat viatger!!!!
M'he posat un calçat còmode per a continuar caminant agafada de la teua mà!!!
Molts besos!!!