Conocí Atenas en tiempos menos convulsos, cuando todavía se pagaba en Dracmas y no existía esto de internet. Siempre he sido una «forofa» de la cultura clásica, así que después de conocer Roma tenía muy claro que mi siguiente destino iba a ser Grecia.
Como podéis imaginar «mucho ha llovido» desde entonces pero algunas cosas no han cambiado tanto y los motivos para conocer Atenas son los mismos, ¿o acaso alguien es capaz de comprender lo que somos sin conocer de donde venimos?. La cultura grecorromana es «la madre» de nuestra civilización: el derecho, la literatura, el arte, la filosofía… la Democracia ¿Qué me decís de las Olimpiadas? ¿Os parecen pocos los motivos para conocerla de primera mano?
Atenas continúa siendo la capital ruidosa y bulliciosa que conocí, con el tráfico imposible, los taxistas sorteándolo a toda velocidad (no me olvidaré jamás de nuestro trayecto de vuelta desde el hotel al aeropuerto) y esa mezcla de culturas que le confiere el hecho de ser una ciudad portuaria; el Pireo es el puerto de Atenas desde la Antigüedad, el más grande de Grecia y uno de los más importantes en el Mediterráneo.
En el centro, la Plaza Sintagma y la de Omonia siguen siendo puntos de partida para conocer la capital y nexos importantes para el transporte público. En Sintagma, como ya nos referíamos entonces, se encuentran el Parlamento y el monumento al soldado desconocido, permanentemente custodiado, donde cada hora se realiza el cambio de guardia y los domingos a las 11 de la mañana tiene lugar una ceremonia solemne.
Eran otros tiempos (sin blogs ni foros, si acaso la opinión de algún amigo que hubiese viajado previamente, que tampoco fue el caso) y optamos por una visita guiada a la Acrópolis. A pesar de los andamios- ya por entonces el deterioro era más que evidente- debo admitir que me impresionó contemplar de cerca el magnífico Templo de Atenea, y las Cariátides, aun a sabiendas de que eran réplicas. Por aquel entonces, si no me falla la memoria, las originales se encontraban en el Museo Británico de Londres junto con tantas otras piezas de la Acrópolis y mucho me temo que la eterna batalla por el regreso a Atenas continúa abierta. Afortunadamente, desde el 2009, es posible contemplar cuatro de las Cariátides del templo de Erecteion en el Museo de la Acrópolis. Creo que es una muy, pero que muy, buena excusa para regresar a Atenas.
Ya por nuestra cuenta, visitamos el Museo Arqueológico Nacional que, por supuesto, no nos defraudó. A pesar de que no teníamos google maps, ni tripadvisor, ni nada de nada, he de decir que nos arreglamos bastante bien en una ciudad que visitábamos por primera vez, con la barrera del idioma (aunque a decir verdad un poco de inglés, no demasiado bueno, nos bastó).
Por lo que veo, los barrios de Plaka y Monastikari continúan tal y como los recuerdo: tiendas de souvenirs, de comestibles con productos típicos (es cierto que ahora poseen un aspecto mucho más cuidado, son prácticamente delicatessen) y restaurantes con mesas en la calle.
En uno de ellos comimos, creo recordar que en la misma Plaza, y no sé si continuarán manteniendo la misma costumbre pero a nosotros nos llevaron hasta las cocinas para que viésemos que estaban impolutas e incluso abrieron las cámaras para mostrarnos lo frescos que eran el pescado o el marisco. Curioso, ¿verdad?. Son esos detalles los que después de los años se recuerdan, aunque no seamos capaces de acordarnos del nombre del local.
De aquel viaje conservo fotografías positivadas, desvaídas de color, y algún souvenir de cerámica que ha sobrevivido a viajes y mudanzas. De la cocina griega recuerdo su sabor especiado, sus verduras (especialmente las berenjenas, que adoro), su ensalada con queso Feta, su pescado excepcional y el sabor a regaliz de su café, que fue lo único que no me gustó nada de nada.
En nuestra breve estancia en la ciudad, apenas tres días y- tal como sigue siendo habitual- escala previa a una visita a las Islas, todavía tuvimos tiempo para una escapada más. Tomando el metro desde el centro de Atenas nos dirigimos al Pireo.
Hoy leo cientos de críticas sobre los numerosos restaurantes especializados en pescado y marisco que ya en aquel momento había por allí. Pero ya entonces, el sentido común nos hizo huir de las terrazas lujosas y los camareros insistentes, que a punto estaban de «llegar a las manos» por llevarse un cliente más. Dejando atrás los locales más espectaculares con excelentes vistas al puerto recuerdo haber regresado sobre nuestros pasos y tomado una carreterita. Subiendo unas escaleras de piedra, con paredes encaladas, llegamos a un restaurante donde la simplicidad era la máxima. Bajo el emparrado en una deliciosa terraza comimos una enorme dorada a la parrilla como no he probado otra igual. Quizá sea efecto de cierta nostalgia, pero no creo, o el hecho de disfrutar de una suave brisa con una temperatura espectacular a principios de Noviembre. Desde luego no recomiendo a nadie una visita a Atenas en pleno verano.
Si me preguntáis si Atenas es un destino que podríamos incluir entre nuestras «escapadas», ¿Porqué no? Y de paso tenéis una buena excusa para dar un salto a alguna de las maravillosas islas griegas, en nuestro caso elegimos Mykonos.
Jajaja Eva, me ha hecho mucha gracia -y me ha sorprendido- lo de las cocinas. Yo estuve en Atenas por curro en el 2011 o 2012, y en ningún restaurante nos las enseñaron, aunque me hubiese encantado. La próxima vez, les diré alguna pua por si cuela 😉
Pues te aseguro que insistieron bastante, aunque de esto hace bastantes años así que desconozco si las cosas habrán cambiado. Desde luego nos sorprendió.