La visita express a la ciudad de Jerusalén marcó el final de de nuestro viaje de 11 días a Jordania e Israel. A decir verdad, son pocos los lugares a los que no volvería (Siempre digo que todo el mundo merece una segunda oportunidad), y sin embargo Jerusalén encabeza por el momento mi lista negra. No me malinterpretéis, la ciudad a nivel histórico y artístico es impresionante… sin embargo, creo que las altas expectativas que teníamos, sumado al cambio drástico que supuso llegar desde Jordania (Porque creedme, son dos países totalmente opuestos a pesar de ser vecinos…) y unas cuantas situaciones desagradables que vivimos, hicieron que el final del viaje fuera un tanto agridulce. A continuación os contamos que ver en Jerusalén y cómo lo vivimos desde un punto de vista más personal.
DIA 1 EN JERUSALÉN
Nos organizamos para cruzar la frontera de Allenby temprano por la mañana, con el objetivo de evitar las largas horas de espera que sufrimos a la ida. Como siempre, en cuanto entramos en tierras israelíes empezamos a notar cierta hostilidad, el personal de la frontera era bastante más seco que el del lado jordano y no ponían mucho de su parte cuando de ayudar se trataba. Una vez finalizados los infinitos trámites y controles, nos dispusimos a buscar los sheruts que nos llevarían hasta Jerusalén. Compramos nuestro billete y después de esperar un rato por fin pudimos subir a los minibuses.
Aproximadamente 40 minutos después, llegamos a Damascus Gate, una de las entradas más famosas de la ciudad santa. Decidimos tomar el tranvía de la línea 1 para ir hasta el hostal ya que hacía calor e íbamos cargados con bastante equipaje.
Llegamos al Abraham Hostel, recomendado en bastantes foros y blogs. A decir verdad lo escogimos porque el resto se nos salía de presupuesto, para que mentir. El alojamiento en Jerusalén es caro no, carísimo… es evidente que el turismo masivo sube los precios. Y creedme, Jerusalén es una ciudad hiper-mega-turística (justo lo que a mi me gusta, nótese la ironía). Incluso este hostal se nos salía de los límites que teníamos establecidos, en Jordania por este precio (40€ por noche) teníamos unos alojamientos excelentes con baño privado y aquí tuvimos que conformarnos con dormir en el «corral» con otras 12 personas.
No podíamos hacer check-in hasta unas horas después, así que tuvimos que dejar el equipaje en una taquilla y lanzarnos a la aventura. Teníamos hambre y no pudimos evitar acercarnos a uno de los puntos más famosos de la ciudad: El mercado de Mahane Yehuda.
¿Las rebajas de El Corte Inglés? ¿Los americanos locos peleándose por una TV en pleno Black Friday? Aficionados. Creo que no he visto tanta gente en mi vida. El problema es que llegaba a ser agobiante, el calor, los empujones… inevitablemente me vino a la mente una de esas tragedias de avalanchas humanas y pensé «Si salgo viva de aquí me hago creyente, je je…». Obviamente ni pudimos sentarnos en ningún puesto a comer algo, tuvimos que comerlo por el camino. Hubo algo que no me gustó y es que vimos unos frutos secos que no estábamos seguros de lo que eran (Parecían unas nueces con caramelo por fuera), le preguntamos al vendedor si podía darnos una para probar (Y si nos gustaban, comprar más) y nos echó insultándonos y haciendo aspavientos. Mira que las comparaciones son odiosas, pero en Jordania ya nos habrían dado a probar medio puesto. Decidimos intentar no darle mucha importancia pero a mi ya se me había torcido la antena para el lado malo.
Con el estómago lleno decidimos caminar hacia la puerta de Damasco para coger un autobús en dirección al Monte de los olivos e ir visitando varios puntos de interés mientras descendíamos a pie. La verdad es que fue un poco caótico ya que en google maps todo parece plano, pero hay unos desniveles curiosos y no sabíamos como hacer la ruta para evitar demasiado el sube-baja (De hecho, nos saltamos bastantes sitios porque tras ver 4 iglesias seguidas estábamos bastante saturados).

Nuestra primera parada fue la iglesia rusa, que no teníamos planeado visitar y a la que llegamos por error pensando que era otro lugar. Lo más bonito y destacable sin duda son los jardines, extremadamente bien cuidados. La iglesia en si no era muy grande, tenía varias piezas de arte religioso ortodoxo en los clásicos dorados y pinturas en colores vivos.

Desde allí empezamos a bajar hacia la ciudad vieja pasando por el cementerio judío. Impresiona ver toda esa cantidad de tumbas todas alineadas con apenas diferencias entre unas y otras y llenas de piedras por encima (Los judíos ponen piedras en lugar de flores porque las piedras representan la eternidad, todo lo contrario a las flores que tienen una vida más bien corta).
De camino a nuestra siguiente parada nos topamos con la tumba de Zacarías, en la cual no hay absolutamente nada. De hecho apenas está señalizada, nosotros vimos un grupo guiado y decidimos seguirlos para ver dónde iban. Después de bajar unas escaleras llegas a una cueva en la que, repito, no hay nada expuesto ni nada destacable. Hay que pagar para que te den una vela (Porque se ve que esta gente no cree en el poder de las linternas de los móviles), por lo que decidimos abandonar el lugar y seguir nuestro camino.
Seguimos bajando hasta toparnos con la iglesia de María Magdalena, un increíble templo ortodoxo con unas cúpulas en forma de cebolla (no os riáis, que se les suele llamar así) de color dorado que pueden verse desde kilómetros. Esta iglesia es bastante «problemática» con el horario de visitas, limitado a los Martes y Jueves de 10.00 a 12.00 de la mañana. Era viernes así que ya sabíamos que no iba a ser posible visitarla, pero dio la casualidad de que llegamos y la puerta estaba abierta. Vimos a gente entrar y pensamos «¿Por qué no íbamos a poder entrar nosotros?». Error, nada más acercar la nariz a la puerta salió una señora gritándonos como loca (Por su tono de voz, deduzco que seguramente, también nos estaba insultando) y aporreando el cartel del horario como queriendo decir: «¿¡ES QUE NO SABÉIS LEER!?». Vaya, que un «Sorry, It’s closed» nos habría sentado mejor, tampoco veo la necesidad de montar todo ese drama.
Proseguimos nuestro camino, intentando no matarnos, ya que el camino es extrañamente liso y empinado y no dejábamos de resbalar. Os aconsejo que llevéis calzado que no tenga la suela desgastada si queréis salir ilesos. Y llegamos por fin al huerto de Getsemaní, lugar donde supuestamente prendieron y arrestaron a Jesús. Y oye, debo decir una vez más que el entorno, los árboles, las flores… estaban extremadamente cuidados. Justo al lado se encuentra la iglesia de las naciones, en cuyo interior se encuentra la porción de piedra donde, según cuentan, rezó Jesus la noche en que fue arrestado. Lo curioso de esta basílica es que donde está levantada ya hubo dos templos anteriormente: una basílica bizantina y una capilla cruzada. La construcción es reciente, de entre los años 1919 y 1924. Tuvimos suerte de que no había mucha gente y pudimos descansar al fresco, ya que el calor apretaba.


Recuperado el aliento nos dirigimos a la ciudad vieja por la Puerta de los Leones. Se notaba bastante el cansancio, así que decidimos tomárnoslo con calma. Era la hora del comienzo del Shabbat y que mejor momento para acercarnos al Muro de los lamentos.
Avanzados unos metros, empezamos a ver varios furgones policiales y un montón de patrullas armadas. En un lapso de menos de 3 minutos cortaron la calle que daba acceso a la explanada de las mezquitas. La tensión era palpable.
Esto nos obligó a desviarnos y sumergirnos de lleno en el barrio Musulmán. El paseo fue toda una delicia sin duda alguna, donde los vendedores nos animaban amigablemente a probar todo tipo de dulces y especias, las tiendas de pañuelos y souvenirs se disponían una tras otra (no vamos a mentiros, en este aspecto Jerusalem daba un aspecto de parque temático horroroso). Los puestos de venta de falafel, shawarmas y delicias varias nos convencieron de volver más tarde para llenar el estómago.
Y llegamos por fin al Muro de las Lamentaciones. Por supuesto para entrar, control de seguridad al canto. Aquello estaba abarrotado de gente, todos perfectamente uniformados al unísono hasta el punto de parecer un ejército.
Actualmente el Muro está dividido en dos partes: Los hombres a la izquierda, y las mujeres en una zona notablemente más pequeña a la derecha. En teoría, están construyendo una zona mixta, o eso leí cuando preparaba la visita.
Para entrar no hace falta cubrirse la cabeza (Los hombres si que deben llevar kipá, pero en las mujeres no es necesario el velo) pero sí que pueden pararte si te ven con pintas “sospechosas”. Y es que los musulmanes tienen prohibido el acceso al Muro, y si Niko de por si ya es moreno, imaginaros después de haber pasado 9 días tostándose bajo el sol Jordano… no es la primera vez que me preguntan si tiene raíces árabes.
Apenas dio dos pasos, el guardia de seguridad le puso la mano en el hombro y mirándolo fijamente le preguntó: ¿What is your religion? Niko debió ponerse tan nervioso que su respuesta fue “Bulgaria”. A lo que el guardia le preguntó ¿Ortodox? Y el: Yes, yes… yo desde unos metros no daba crédito a la vez que me partía de la risa. Ambos entramos en nuestras respectivas zonas. Al contrario de lo que mucha gente relata, de experiencias espirituales varias, os puedo asegurar que no pude sentir más indiferencia estando allí… llamadme ignorante o lo que queráis, pero es que soy la persona menos religiosa que os podáis imaginar. Solo pude pensar en el conflicto entre árabes e israelíes y en cómo habíamos llegado a esta situación mientras el resto del mundo daba la espalda.
Terminada la visita nos fuimos corriendo a los puestos que habíamos visto anteriormente y degustamos unos riquísimos bocadillos de pollo con hummus y verduras. Además de ser bastante económicos para lo costoso que es Jerusalén, eran buenas raciones. Decidimos que era un buen momento para retirarnos al hostal, así que salimos por la puerta de Jaffa para caminar calle arriba, ya que durante el shabbat se paraliza absolutamente TODO. Tiendas, transporte público… todo parado. Verdaderamente daba una sensación de ciudad fantasma bastante incómoda.
Ya en el Abraham Hostel conseguimos refrescarnos y descansar. Subimos a la azotea, uno de los pocos puntos positivos para este alojamiento.
DIA 2 EN JERUSALÉN
Nos despertamos bastante pronto ya que alguien en nuestra habitación pensó que era buena idea dejar las ventanas abiertas por la noche. Nos preparamos y subimos a desayunar. Aquí vino otra de las grandísimas decepciones de este hostal. El desayuno tenía poquísima variedad, y ya que estoy pagando un precio bastante superior al de otros hostales, esperaba al menos poder desayunar decentemente… pero ni eso. Se notaba que la mayoría de la comida no era casera (en Jordania todos los alojamientos nos preparaban el desayuno casi al momento y con una variedad increíble), así que me resigné a comer dos trozos de pan con mermelada. Ni siquiera pude terminarme el zumo ni el café de lo horribles que eran.
Intenté olvidar esta experiencia lo más rápidamente posible y pusimos rumbo a la ciudad vieja de nuevo, pensando en comer algo cuando llegáramos al centro.
Entramos por la puerta de Jaffa e inmediatamente giramos a la derecha para visitar El Barrio armenio. Nos topamos con la Catedral De Santiago, que por desgracia estaba cerrada, aunque al menos pudimos ver algunos iconos y pinturas del exterior. La verdad es que fue todo un gustazo pasear por aquellas calles casi desiertas, por algún motivo que no logro entender apenas había turistas en aquella parte de la ciudad.

Siguiendo la calle del patriarcado armenio, llegamos a un gran aparcamiento que marca el inicio del barrio judío. Decidimos investigar metiéndonos por un callejón, atraídos por el olor de pan recién hecho. Y efectivamente, pocos metros más adelante, encontramos una panadería donde decidimos comprar unos exquisitos panes para ir llenando el estómago.

Nos topamos con el Cardo, las ruinas de una gran calle columnada, lugar de tránsito diario desde hace más de xxxx años donde se desarrollaba la mayoría del comercio de la ciudad.

Serían cerca de las 12 del mediodía y y la plaza de Ha-Khurva estaba bastante animada. Paramos delante de la sinagoga para verla desde fuera y aprovechamos para ver también la menorah de oro, lo único que se salvó cuando el emperador Tito ordenó destruir el antiguo templo. Aún así, el expuesto es una réplica.
Volvimos a pasar por delante del muro, que estaba aún más abarrotado que la noche anterior. Aprovechamos para ver el “pequeño muro”, ubicado en una zona techada, y así reponer fuerzas.
Después nos dirigimos de nuevo al barrio musulmán buscando un lugar donde llenar el estómago. Estábamos extremadamente hambrientos, pero todo era carísimo, habíamos descartado sentarnos a comer en los restaurantes y decidimos ir a lo barato y buscar unos shawarmas o algo por el estilo.
Llevábamos un rato dando vueltas como pollos sin cabeza, la verdad es que las calles de Jerusalén son una locura de laberinto e ir sin un mapa detallado es casi garantía de perderse. Hasta que encontramos un sitio donde podemos afirmar que comimos uno de los bocadillos de falafel más increíbles de nuestras vidas.
Este diminuto local en cuestión no tiene nombre y tampoco está señalado en en mapa. Sin embargo encontrarlo no es difícil: sólo tenéis que entrar por la puerta de Damasco y andar hasta que lleguéis a una intersección de 3 calles. En medio, veréis unas ventanas y puertas de madera pintadas de color verde. Tienen también shawarma de carne, sin embargo nosotros elegimos el Sándwich de falafel, con patatas y salsa picante casera. Era tan distinto de otros bocadillos que habíamos probado y nos gustó tanto que repetimos al día siguiente, los pedimos para llevar y comerlos en el avión.
Con las baterías recargadas nos dirigimos al barrio Cristiano. Aquí fue donde pude confirmar sin lugar a dudas, que Jerusalén es el Disneyland de la religión, no había espacio para un solo comercio más: crucifijos de madera, oro, rosarios, hasta imanes con la cara de Jesús… 🙄 gracioso cuando la religión Cristiana precisamente predica deshacerse de todo bien material innecesario, ahora, con tal de llenarse los bolsillos lo interpretan como les convenga. Hipocresía en estado puro es lo que se respira en esta ciudad, pero sobre todo, en este barrio.
Gente disfrazada de Jesucristo haciendo el Via Crucis, cargando una cruz de vete tú a saber cuantos kilos a 40 grados bajo el sol. Y yo pensaba que era friki, pero después de ver esto, estoy empezando a considerarme bastante normal.

Respiré hondo y me preparé mentalmente para visitar la iglesia del Santo Sepulcro. Aquello estaba más abarrotado que las rebajas del corte inglés. Nada más entrar, un tapón de gente desesperada por tocar la famosa Piedra de la Unción… de verdad que os digo que aquí en fanatismo tocaba su punto álgido, había gente literalmente abrazando la piedra que no quería irse, otros iban acompañados de sus bolsas de souvenirs para bendecirlos uno por uno… inaudito. Quizá si hubiera llevado el cupon del euromillones ahora mismo estaría escribiendo este artículo tumbada en alguna Playa de las Bahamas.
La cantidad de gente dentro de la basílica era bastante agobiante y los gritos en distintos idiomas de los tipos guiados retumbaban hasta casi perforar los oídos. Dimos una vuelta rápida para ver la distintas capillas, pero ni por asomo se nos ocurrió hacer las dos horas de cola para ver la tumba de Jesús. Por si a alguien le interesa: hay que ir tapado, solo se puede entrar de tres en tres y no se puede permanecer más de escasos segundos. Nuestro tiempo era demasiado precioso como para perderlo haciendo cola así que simplemente nos retiramos de allí.
Habíamos leído por blogs que había una zona donde se podía caminar por los tejados de Jerusalén, y allí que fuimos a buscarlos. En el cruce de St. Mark’s St. y Habad St. encontramos las escaleras que llevaban al cielo en la tierra. Lo curioso de esta ruta por los tejados, es que se construyó a modo de atajo para evitar el bullicio de las calles, zocos y pasadizos. De hecho, no es raro ver a locales deambulando por los tejados, pues ellos son los que mejor conocen estos caminos.

No conseguimos encontrar el monasterio etíope, a pesar de que preguntamos a varias personas… nadie supo indicarnos.
Volvimos a dar otro paseo por el barrio musulmán, y de nuevo presenciamos uno de esos actos que me hicieron repugnar la ciudad: una pareja árabe con un carrito de bebé intentando bajar por unas escaleras de piedra llenas de socavones, y un grupo de judíos chulescos que salían del muro cortándoles el paso y riéndose de ellos. Escasos minutos más tarde, un judío que se dirigía al muro, escupiendo en el puesto de un vendedor árabe.
Todo esto me hizo pensar en la típica situación en la que te hacen bullying en el colegio y por venganza te vuelves uno de esos acosadores.
Estábamos agotados, y decidimos que lo mejor sería retirarnos al hostal a descansar. Compramos unos souvenirs para la familia y salimos por la puerta de Jaffa. El shabbat llegaba a su fin y las tiendas por fin abrían.
DIA 3 EN JERUSALÉN
Nuestra estancia en la ciudad Santa llegaba a su fin, pero antes de irnos teníamos un último lugar que visitar: La explanada de las mezquitas. Tuvimos la suerte de poder cuadrar nuestro viaje con uno de los días de apertura, ya que solo es posible acceder a la explanada de domingo a jueves en un horario muy limitado. Nos tocó madrugar para llegar allí antes de las 9 de la mañana. Desayunamos unos dulces que compramos por el camino y nos dirigimos de nuevo al Muro. Da igual el día, la hora… siempre está abarrotado.
Hay dos entradas a la explanada de las mezquitas: Una está situada al final de un pequeño zoco cubierto en El Barrio musulman, Y la otra (por donde deben acceder los turistas), a la derecha del muro de los lamentos, en una pasarela elevada.
Como siempre tuvimos que pasar un control de seguridad, pasando las mochilas por Rx.

Resulta curioso que una de las mejores vistas Del muro sea desde aquí. Cuando por fin nos dejaron pasar, tuve la confirmación de que todo lo que habíamos visto y vivido estos días atrás, había merecido la pena. Estábamos en uno de los sitios más impresionantes del mundo, ante la mezquita de Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca.
A la entrada de la explanada os darán unas faldas o chaquetas por si no vais vestidos adecuadamente (nada de manga corta/tirantes, pantalones cortos, leggings pegados…), aunque nosotros os recomendamos que vayáis ya preparados.
Resulta increíble observar los detalles de sus azulejos azules, que se ven incluso desde el Monte de los olivos, la cúpula dorada que reflejaba el sol, las mezquitas hermanas más pequeñas… pequeños jardines, fuentes, todo extremadamente cuidado. El tercer lugar más santo del Islam después de la Meca y Medina nos tenía absolutamente maravillados, y la vez aterrorizados al pensar en la opresión que los musulmanes sufren por parte de los israelíes, negando la entrada de palestinos a la explanada y dejando que grupos de radicales judíos campen a sus anchas, todo ello por supuesto alentado por el gobierno y el ejército.

El interior de la mezquita no se puede visitar, pero desde luego nos bastó con el exterior para irnos de allí satisfechos.

Ya de vuelta en el hostal para recoger nuestro equipaje, coincidimos con una señora de Miami que hablaba en perfecto Español y nos contó que todos los años se reunía en Jerusalén con parte de su familia que vivía en Europa. Que había “algo” en la ciudad que le impulsaba a peregrinar cada año.
Eso me hizo preguntarme si quizá soy yo la que no tiene sangre en el cuerpo, porque en las 72 horas que estuvimos en la ciudad Santa, no conseguí advertir otra cosa que no fuera rabia, hipocresía y aversión. Como decía el profesor Robert Langdom en «Ángeles y demonios», definitivamente la Fe es un don que no me ha sido concedido.
No todos los lugares que visitamos pueden ser perfectos. Siempre hago un balance de lo bueno y lo malo donde generalmente sale ganando el primero, sin embargo en este caso no fue así. Desgraciadamente Jerusalén encabeza mi (corta) lista de lugares donde no volvería, porque siempre tiene que haber una oveja negra entre otras miles de colores.
Habéis hecho un auténtico vía crucis. Hay destinos que ya sea por el momento o la apreciación que tenenos, es un auténtico infierno y lo único que queremos es salir corriendo. Os entiendo perfectamente. Quizás en otro momento. O nunca más.
Jajaja ¡¡Fue literalmente un calvario!! Pero bueno, ahora podemos decir que al menos, hemos estado en Jerusalén… Si volveremos solo el tiempo lo dirá, pero desde luego tendrá que esperar, pues tenemos muchos países que van antes en la lista.
¡Un abrazo!