El Camino de Santiago es, a buen seguro, uno de esos viajes (físico y/o espiritual) que todos habéis pensado hacer en algún momento.
Han pasado ya casi cuatro años desde que llegó a mis manos un ejemplar de Silencios en mi camino, de Graciano Granja, cuando publiqué esta reseña en mi antiguo blog «De viajes y libros». Lo leí en las calurosas tardes de verano, junto al lago de Iseo (Italia), y lo recupero ahora que quizá muchos de vosotros estéis pensando en recorrer el Camino de Santiago Francés, probablemente el más transitado y conocido.
Esto es lo que escribí en aquel momento. Espero que os anime a leer la experiencia de su autor quien, cumplida la jubilación, decidió emprender este viaje tan especial. Esto demuestra que, a pesar de su dureza, el Camino de Santiago solo requiere de unas buenas botas y una enorme fuerza de voluntad.
Aquella tarde de verano escribí…
Estiro las piernas en el sofá, suerte que es bastante grande, mientras levanto la tapa del iPad, me remuevo un poco buscando una postura cómoda para el cuello sobre el cojín y esbozo una sonrisilla escéptica mientras me digo: vamos allá.
Es una hora perfecta para la lectura. Fuera el sol pica de lo lindo, las chicharras cantan con fuerza y en la casa reposa todo el mundo, incluso el perro que, lejos de intentar compartir el sofá con nosotros, prefiere buscar el frescor en las baldosas del suelo.
Como nunca he negado que soy una persona llena de «prejuicios lectores» confesaré que mi primer pensamiento ha sido: vaya, otro que hace un viaje y quiere contarlo… Aún así, decido acometer la tarea con cierta profesionalidad y sacudirme esta suerte de vicios que la pueden entorpecer. De hecho ni siquiera he leído la nota de prensa que me adjuntó la editorial (Bubok) para evitar de este modo cualquier injerencia en mi propia lectura.
Ya que estamos con las confesiones, continuaré diciendo que a pesar de la gran cantidad de libros y guías sobre el Camino de Santiago publicados jamás he leído ninguno. Debe ser porque nunca me he planteado llevar a cabo tan valiente tarea. A veces, al salir a la calle me he cruzado con algún peregrino pues, curiosamente, el camino pasa a pocos metros de mi casa, no en el mismo recorrido del autor (Camino francés, de Roncesvallles a Santiago). De hecho, desconocía hasta hace poco la existencia de un albergue para peregrinos en la noble Villa de Portugalete (Vizcaya).
La imagen, no obstante, es idéntica: pertrechados con grandes mochilas, apoyados sobre un bastón y en ocasiones con el gesto de cansancio; procedentes de cualquier rincón del mundo, lo noto en sus rostros y como no en su intento por hacerse entender en un español chapurreado. A veces te paran para preguntar si van en la dirección correcta y el inglés de andar por casa o los simples gestos son suficientes.
Algo debe tener el Caminode Santiago, me he planteado, cuando atrae a miles de personas, cuando hay quien atraviesa océanos para llegar hasta aquí. Y comparto con el autor- Graciano Granja- la idea de que no hay un único motivo para realizarlo, que los motivos religiosos en el origen del mismo han dejado paso a tantos otros, espirituales o no, y tan válidos como el primero.
«Silencios en mi camino» es un extensísimo y detallado diario de las 43 etapas que Graciano Granja recorrió en el año 2009, desde Roncesvalles a Santiago, completando el recorrido conocido como » el Camino francés». Pero es además un libro bien documentado, que ofrece de forma sencilla una gran cantidad de información histórica y detalles para quienes, como en mi caso, sin ser unos grandes entendidos en historia del arte somos capaces de disfrutar de la belleza y las joyas arquitectónicas que se encuentran en el Camino de Santiago.
Hace pocos días, mientras leía sobre una de las etapas del Camino de Santiago, en la que Graciano Granja pasaba por Frómista, no pude evitar una sonrisa (a veces pienso que es mejor que nadie me vea leer, pues pueden llegar a pensar que «no estoy muy bien de la cabeza», ya que soy incapaz de hacerlo con el gesto impasible) Pocos meses atrás, en una escapada de fin de semana, estuve visitando esa misma población y puede disfrutar también de la belleza de sus iglesias. Diría mas, es muy probable que me haya sentado a tomar algo en la misma terraza que detalla el autor, cerca de la iglesia de San Martín.
A pesar de que ya estaba bien entrada la primavera, soplaba un viento frío e incluso habían caido unas gotas. Recuerdo perfectamente los comentarios con mis compañeros de viaje acerca del enorme sacrificio que suponía recorrer el Camino de Santiago. Pero también sentí cierta envidia cuando, sentados en las escaleras de la Iglesia de Santa Maria la Blanca (Villalcázar de Sirga) un grupo de peregrinos nos pidió que les hiciésemos una foto. Me dió la impresión de que no se conocían de antes y que habían coincidido en el Camino; por un lado un grupo de chicos, aragoneses deduje por su acento, y por otro tres chicas que me aseguraron que desde hacía algunos años dejaban a sus maridos en casa durante 10 ó 15 días y recorrían un tramo del camino…»Santo remedio para la convivencia conyugal»- me aseguraron.
Como, repito, no he leído otros libros sobre el Camino de Santiago, ni guías ni diario alguno, no tengo referente con el que comparar éste. Tan solo puedo decir que su lectura me ha resultado de lo más entretenida, «leo sobre un viaje mientras estoy de viaje»- pienso, divertida- aunque el mío sea mucho más reposado.
Si bien se ofrecen consejos, basados en la experiencia personal, para todos aquellos que en algún momento hayan pensado o decidido emprender tal empresa, se trata al fin de eso: el relato una experiencia personal, pues como he dicho infinidad de veces «no hay un único viaje sino tantos como viajeros», y esto mismo sirve para el Camino de Santiago, a pesar de las experiencias y los lugares comunes, el que realiza cada uno es único, personal y diferente.
Pensándolo bien, tenemos mucho en común en nuestros planteamientos, pues ambos ofrecemos una visión totalmente subjetiva de aquello que vemos y vivimos. Para ofrecer únicamente direcciones de interés, recomendar restaurantes o visitas «de obligado cumplimiento»- que también- ya existen cientos de libros, guías y blogs. Sólo algo, importante, en lo que nos diferenciamos: yo jamás ofreceré reflexiones de carácter ideológico, y menos de un modo tan abierto (¿ o quizá es de agradecer tal sinceridad?), sobre todo porque no tengo muy claro que aporten nada al relato. Si bien las conversaciones mantenidas por Graciano Granja con amigos o desconocidos sobre la política o los políticos españoles tuvieron lugar en esos días sigo preguntándome por el sentido que tiene su inclusión, ¿ adoctrinamiento?, cuando en realidad puede disgustar a muchos potenciales lectores.
A pesar de todo esto tengo que reconocer que el libro es muy recomendable para todos aquellos que hayan pensado en algún momento emprender tan valiente camino pero también para quienes, como yo, decidan hacerlo desde la comodidad del sofá. Mi admiración, por supuesto, por el valor y la determinación de aquellos que, como Graciano Granja, dejaron atrás la primera juventud y aun así acometieron el reto. Quizá en un futuro yo haga lo mismo… ¿Quién sabe?
Qué hermoso que escribes. Es un placer entablar este lazo entre lector y autor que creas a cada paso. Me encanta viajar y con mi esposa cada vez que podemos lo hacemos, pero la economía argentina es un ancla que pesa mucho. Un saludo y felicitaciones por tu pluma. Juliano
Gracias por tus palabras, Juliano, me emocionan sinceramente. Y a pesar de la economía, que por aquí tampoco está muy bien, no debemos perder la pasión y la ilusión por los viajes, lejanos o cercanos, aunque sean breves, o la que se contagia simplemente desde las páginas de un libro o leyendo este blog. Gracias otra vez.