¿Qué ver en Venecia la primera vez?. Si es tu primera vez en la ciudad de los canales, ya tendrás en mente visitar la Piazza de San Marco, el Palacio Ducal, el puente de Rialto o el famoso puente de los suspiros, todos esos imprescindibles en Venecia. Sin embargo, te aconsejo que, por encima de todo, te dediques simplemente a disfrutar de este lugar único, y que te dejes sorprender por todo aquello que encontrarás a tu paso.
Este post no va de imprescindibles, tan solo es el relato de mis impresiones en aquella primera vez en Venecia, en 2011. Después vinieron otras (hasta cuatro ocasiones) pero, igual que el primer amor, la primera vez en Venecia no se olvida.
Dicen de Venecia…
Dicen de Venecia, y yo también lo creo, que se ama o se detesta, que no existe un punto de vista intermedio, y que a nadie deja indiferente. Unos ven tan sólo las paredes desconchadas por la humedad, las viejas ventanas erosionadas por el viento y las astillas de las contraventanas que apenas se mantienen, en precario equilibrio; las casas cerradas a cal y canto en una ciudad cada vez mas deshabitada y tomada en su lugar por los turistas.
Otros ignoran cualquiera de estos detalles y se embelesan ante la singularidad de sus canales, los entresijos del laberinto sin fin de sus callejones, la sorpresa en cada esquina: un puente, otro más, o un misterioso «sottoportego» (pasaje) tras el cual no adivinamos lo que vamos a encontrar, un callejón sin salida o uno de esos patios (Cortes) maravillosos presididos por un pozo.
Venecia es una anciana de edad incierta, consciente del influjo que ejerce sobre aquellos que la contemplan, segura de la belleza que un día tuvo y que hoy, a pesar de sus arrugas, aun conserva.
Venecia es la calma, de sus aguas quietas, en las que irrumpen las lanchas a motor, los transportes públicos o privados, y sus más que famosas góndolas que tienen prioridad en el tráfico del canal. Es la calma de los Campos -Piazza sólo hay una, la de San Marco- sobre todo al atardecer, y la soledad absoluta en las calles, tan estrechas que al entrar en ellas somos incapaces de extender nuestros brazos a ambos lados.
Venecia es el caos, el bullicio desmedido, un murmullo ensordecedor de gentes asediando los lugares emblemáticos que ver: San Marcos, el puente de Rialto… (Magnífica obra de ingeniería, o de arquitectura, de lo contrario no se explica cómo es capaz de soportar el peso de tantas almas que no sólo lo cruzan, también lo «okupan» cada día).
Ya lo advertimos nada más llegar al Piazzale Roma, estación término para los autobuses que vienen desde el aeropuerto u otros lugares en tierra firme, donde cientos, miles, de personas arriban pertrechados con los trolley que tanto ruido provocan en las calles y puentes, tan incómodos para salvar los cientos de escaleras que encontrarán en su camino.
No puedo evitar un pensamiento: qué bendición que, a partir de este punto, ni un sólo automóvil pueda irrumpir en las calles de Venecia.
Actualizo: desde hace ya algunos años están prohibidas las maletas con ruedas para los turistas, y en 2024 se ha establecido una tasa turística diaria para visitar la ciudad (salvo que pernoctes en ella), aunque no parece que esto haya hecho descender el numero de personas que viajan a Venecia.
Qué ver en Venecia: sus puentes y canales
El primer puente, el mas polémico y el que genera mayor división de opiniones: el puente de Calatrava. Aunque, sinceramente, en el lugar en que se encuentra no me parece que perjudique en absoluto la imagen de Venecia, al contrario, creo que embellece esta zona de extrarradio, un tanto ruidosa y sucia por el humo de los coches y autobuses.
Uno puede optar por cruzarlo, y en menos de media hora encontrarse en alguno de los puntos de interés turístico, esos que siempre hay que ver en Venecia cuando se visita por vez primera: San Polo, el puente de Rialto, San Marcos, l’Accademia y su puente, claro. O tomar el vaporetto y llegar al centro por el agua, sin prisa.
El recorrido puede durar incluso más que a pie- zigzagueando de una orilla a otra del Gran Canal, deleitándose en la contemplación de los bellos palazzi, cuyas fachadas tan solo son visibles desde el agua: Palazzo Flangini, Vendramin Calergi -¿sabíais que en éste falleció Richard Wagner el 13 de febrero de 1883?- Marcello, Piovene, Gussoni-Grimani…

Hay otros de más renombre, los que ocupan páginas, con fotos a todo color, en las guías turísticas: Ca’ d’Oro, Ca’ Pesaro, Ca’Rezzonico… Testimonio de la historia de la ciudad, legado de las grandes familias, las Pesaro, Corner, Barbarigo o Foscari. Apellidos ligados al poder durante la República de la Serenísima, comunes en la larguísima lista de los Dogos que ejercieron su, limitado, poder durante mas de diez siglos.
En Venecia, todo sucede sobre el agua. Los grandes acontecimientos, las fiestas, las reuniones de amigos que se celebran en una barca. ¿Hay mejor lugar para compartir música, risas y vino?.
Somos espectadores privilegiados en nuestro primer viaje a Venecia ya que, el 25 de abril, día de San Marcos, patrón de la ciudad, se celebra la Regata dei Traghetti (de las góndolas). Los gondoleros parten de los jardines de la Bienal y llegan a Rialto. Quizá algún día podamos asistir a la famosa Regata Histórica, que tiene lugar el primer domingo de septiembre.

Qué ver en Venecia: el arte y la fe
Arte y fe conviven en las al menos 50 iglesias que hay en Venecia. Verlas todas sería imposible pero, si estás interesado en conocer algunas de ellas, puedes adquirir el Chorus Pass, que da acceso a 18. (Quizá resulte excesivo para tu primera vez en Venecia). En las iglesias y en las «Scuole»- ojo, que no eran escuelas sino Hermandades- lo terrenal y lo divino se ve plasmado en las obras de arte más bellas que puedas imaginar.
Santa Maria dei Miracoli
Nada es como antes. Hasta las velas con las que hacer una ofrenda, con las que musitar una petición, con las que agradecer una gracia concedida, han desaparecido en algunas iglesias. En su lugar, encontramos falsos velones en cuyo interior se ilumina una bombillita.
Y con esto tenemos que conformarnos, frente a la imagen milagrosa de la Madonna, obra de Nicoló di Pietro, venerada en la pequeña iglesia de Santa Maria dei Miracoli, que parece delimitar los Sestieri (barrios) de San Marco y Cannaregio.
Este bellísimo templo, de finales del S.XV, obra de Pietro Lombardo, fue el primero que se construyó gracias a una suscripción popular, dada la devoción de los vecinos que atribuían diversos milagros a una imagen de la Virgen, que se encontró en una casa contigua al emplazamiento de la iglesia. Era algo muy frecuente en los callejones y patios de Venecia; se pensaba que allí donde hubiese una pintura de la Virgen se evitarían robos u otros actos violentos.
Apenas tres o cuatro visitantes disfrutamos del silencio entre las paredes revestidas de mármol, bajo el techo de madera tallada. No es extraño que sea conocida como «el joyero» o «la bombonera»; en cualquier momento parece que lo podamos levantar para hurgar en su interior, que compite con la belleza de su fachada de mármoles verdes y rojos, y los ornamentos en piedra.
Se dice que esta es la iglesia preferida por las novias venecianas para contraer matrimonio. Quizá lleguen en góndola, pues la iglesia se encuentra literalmente pegada a una canal, o quizá recorran las calles que desembocan en este pequeñísimo rincón, que parece querer guardar o esconder este tesoro de la arquitectura veneciana.
A un puente de allí, el Ponte Cavallo, lo que en Venecia significa a unos pocos pasos, el Campo de San Giovanni e San Paolo nos sorprende con la grandiosidad de dos edificios de obligada visita: La Scuola Grande di San Marco y la Basílica de San Giovanni e San Paolo, conocida como San Zanipolo, obra maestra del gótico Veneciano.
Scuola Grande di San Marco
Es una de las ocho «Scuole» que hay en Venecia. Fundada como institución caritativa, ya en el S. XIV albergaba un hospital en el que médicos y cirujanos famosos ejercieron de manera gratuita.
Durante el mandato napoleónico, disuelta la Hermandad, se convirtió en hospital militar austriaco. El edificio de la Scuola fue restaurado a principios del siglo XX y continuó como vestíbulo de entrada al hospital civil.
Basílica di San Giovanni e San Paolo
En su interior, los monumentos funerarios de al menos 25 Dogos compiten entre si por la laboriosidad y belleza de sus esculturas, obra de la familia Lombardo y otros artistas.
Las bóvedas del interior están unidas por vigas de madera, algo que nos sorprende pero que después descubriremos en otras iglesias, como Santa Maria dei Frari. Como también en tantas otras (Las iglesias de Venecia son el mayor museo que uno pueda visitar) encontramos obras de Bellini, Lotto o el Veronés.
Avanzada la mañana, la luz nos ciega al salir al exterior, donde la estatua ecuestre de Bartolomeo Colleoni, el condottiero de Bérgamo cuya tumba visitamos en esa ciudad, preside la plaza.
Una breve y curiosa historia sobre esta estatua…
Colleoni cedió, a su muerte, toda su fortuna a la República de Venecia. A cambio, pidió que erigiesen una estatua en su honor ante San Marcos,
No era habitual, y menos para honrar a un extranjero de Bérgamo, que se levantasen estatuas en la Plaza de San Marcos. Los venecianos, como buenos comerciantes, buscaron la forma de no perder la donación de Colleoni y la ubicaron ante la Scuola del mismo nombre.
La placidez de este extremo del Sestiere di Castello, uno de los mas grandes y desconocidos de la ciudad, pronto se verá interrumpida en nuestro intento de acercarnos al templo de los templos de Venecia, la Basílica de San Marcos.
Basílica di San Marco
Las colas son interminables , sobre todo cuando se acerca la hora en que el interior de la Basílica de San Marcos se ilumina (entre las 11:30 y las 12:30) y de este modo se pueden admirar los miles de mosaicos dorados que revisten sus paredes, bóvedas y cúpulas. Es, sin duda, un imprescindible que ver en Venecia en tu primera vez. (Y en sucesivas, me atrevería a decir).
Por si esto nos impresionase poco, hay que subir a su terraza, asombrarse con la visión que ofrece y admirar unos de los mayores tesoros que encierra, sus caballos. Las réplicas en el exterior de la terraza; los originales resguardados en su interior.
La historia de los caballos de San Marcos es realmente apasionante. Procedentes de Constantinopla, donde los venecianos los obtuvieron como botín durante la cuarta Cruzada, representaron el poder de Venecia hasta que en 1797 Napoleón los envió a París, cuando derrotó a la República. En 1815 volvieron a su emplazamiento, en la terraza, pero desde 1982 se conservan en el interior para protegerlos de la degradación ambiental.
No se muy bien si es el lugar que ocupan, o la luz que los envuelve, pero me parecen magníficos e incluso creo vislumbrar una expresión pacífica en sus ojos, un porte orgulloso pero nada beligerante. Todo ello a pesar de su azarosa existencia y de que, unos y otros, los hayan exhibido como botín de guerra y símbolo de poder.
La terraza de la Basílica invita al descanso, a sentarnos durante un rato y contemplar el vaivén continuo de gente en la Piazza, las largas colas para subir al Campanile, el campanario de San Marcos.
Más allá, en la Riva degli Schiavioni, el «tráfico» intenso de personas hace imposible avanzar unos pasos . Lo comprobamos cuando intentamos llegar a la parada del vaporetto con la intención de escapar al otro lado, a la isla de San Jorge, l’isola di San Giorgio, y obtener desde el campanario de su iglesia, la de San Giorgio Maggiore, una de las mejores vistas de la Piazza de San Marco.
Basílica Santa Maria dei Frari
La Basílica de Santa Maria Gloriosa dei Frari en el tranquilo Sestiere (barrio) de San Polo, es la iglesia mas grande de Venecia. Aunque su exterior puede resultar austero- como todas las iglesias venecianas de la Edad media está construida en ladrillo rojo- el interior es sorprendente y, a primera hora de la tarde, la luz ilumina los dos pisos de ventanas de su capilla Mayor, presidida por una maravillosa Asunción de Tiziano.
Vuelvo a observar el detalle de sus vigas, que sustentan la gran bóveda de su nave central, y contemplo admirada el magnífico trabajo de su coro, único en la ciudad. En el, los monjes franciscanos se sentaban de manera que quedaban separados d elos laicos, a quienes tan solo llegaban los cánticos y oraciones de los religiosos.
Las tumbas de Tiziano y del escultor Antonio Cánova se encuentran una frente a otra. Me siento impresionada especialmente por la de Cánova, en la que una puerta se abre al mas allá, y sufro una verdadera sobredosis de belleza con las pinturas de Tiziano y Bellini.
Por si todo ello fuese poco, a escasos metros de allí, todavía nos queda una visita, a la que es llamada la » Capilla Sixtina de Venecia», la Scuola Grande di San Rocco.
Scuola Grande di San Rocco
Merece la pena detenerse en este lugar para admirar las obras que, durante más de veinte años, realizó el genial Tintoretto para esta institución. Siguiendo el recorrido de la audioguía, el orden de la visita es el inverso al que pudiésemos imaginar. Hay que subir hasta el piso superior para ir descendiendo hasta la entrada, donde se encuentran sus últimas obras. Sin embargo, no podemos contener nuestra curiosidad y las observamos, ajenos a cualquier consejo.
En el piso superior, precisamente, es aconsejable utilizar los pequeños espejos de aumento a disposición de los visitantes, para observar con detalle las pinturas del techo. Nosotros lo descubrimos tarde, cuando ya teníamos el cuello destrozado de mirar y admirar hacia arriba.
Escuchad atentamente la historia de cómo Jacopo Tintoretto se adjudicó la decoración de la Scuola, pintando en una sola noche un cuadro que regaló a la Hermandad, mientras el resto de artistas tan solo presentaron sus bosquejos.
San Barnaba y San Pantalon
La iglesia de San Barnaba es conocida por su aparición en la película «Indiana Jones y la última Cruzada», en la que se utilizó para representar la Biblioteca Veneciana. Se encuentra en el Sestiere de Dorsoduro.

La iglesia de San Pantalon (San Pantaleón) alberga la pintura sobre lienzo más grande que se conoce, y que conforma su «falsa cúpula», con la leyenda sobre la trágica muerte de su autor.
Imposible visitar tantas iglesias como nos gustaría, no alcanzan las horas ni los días.
Basílica della Salute
Justo al final del canal Grande, casi en la misma punta della Dogana, la hermosísima Basílica de la Salud se erige como muestra del barroco veneciano. Impresiona avistarla desde el agua, mientras nos aproximamos con el vaporetto.
La Basílica fue construida para agradecer a la Virgen el final de la epidemia de peste que, en el año 1630, asoló Venecia. Esta vez sí encontramos velas que encender, y lo hacemos pidiendo salud para todos nosotros.

En mi primer viaje a Venecia, el interior se encontraba en obras, repleto de andamios que nos impedían acercarnos a contemplar las obras de Tintoretto, Tiziano o Palma el Joven. Si no recuerdo mal, tampoco la segunda de las 4 veces que he estado, pude verlas.
En mi recuerdo persiste para siempre la imagen de su hermosa cúpula, de las 125 esculturas que decoran su fachada, de la visión magnífica cada vez que llegamos a este punto del Canal.
Dónde alojarte en Venecia: Sestiere di San Polo
Al llegar a tierra lo más habitual es perderse, a pesar de las indicaciones que constantemente señalan: al vaporetto, a Ferrovia, a San Marco… Localizar un número concreto es casi imposible (nada que ver con el sistema habitual de calle y número), entender el sistema utilizado, quién sabe, quizá algún día lo consiga.
En nuestro primer viaje a Venecia, llegamos sin demasiada dificultad, aunque con alguna vuelta innecesaria, hasta nuestro alojamiento en el tranquilo Sestiere di San Polo, muy cerca de la plaza del mismo nombre, tras pasar por el Campo dei Frari que concentra en muy poco espacio algunas de las «joyas» de Venecia: la Iglesia del mismo nombre y la Scuola Grande di San Rocco, de las que ya te he hablado.
Es el Campo de San Polo la segunda plaza más grande de Venecia, después de la de San Marcos. Ha perdido su pavimento original, del siglo XV y de un característico color rojo, sustituido ahora por frías losetas grises. Pero hasta entonces, éste y otros Campos de Venecia estaban cubiertos de hierba.
La locanda San Polo se esconde en un pequeño rincón del barrio, totalmente alejada del trasiego de turistas, junto al taller de un artesano de máscaras, de los auténticos, sin letreros ni escaparates, tan sólo un pequeño portón por el que escapan efluvios de barnices y pintura, y por el que nos asomamos curiosos para contemplar la minuciosidad de su trabajo, sobre el que se concentra ajeno a las miradas, laborioso y solitario.
Una locanda vendría a ser una pensión, y el aspecto sobrio del exterior, en una de tantas casas del barrio, casi idéntica al resto aunque sin ropa tendida en las ventanas, nos puede dar una idea equivocada. El interior es cálido y acogedor, a pesar de los pasillos estrechos y las escaleras empinadas por las que se accede a las habitaciones.
Desde la ventana, tras los pesados cortinones de estilo veneciano, observo las casas vecinas, esas mismas que exhiben sábanas secando al viento, ropas austeras y oscuras, que nos hablan de la edad y condición de quienes las habitan.
Qué ver en Venecia la primera vez: consejos
Más allá de lugares que ver en tu primer viaje a Venecia, te aconsejo que abras tus sentidos y experimentes las sensaciones que esta ciudad única te ofrece. Cuando la luz del día comienza a declinar es un buen momento para disfrutarla, entonces ya la habrán abandonado los miles de cruceristas que han hecho escala por unas horas y los cientos de personas agotadas por visitas a contrarreloj.
A poco que nos alejemos de San Marco y alrededores, es fácil encontrar una mesa agradable en cualquier osteria y disfrutar de los platos de la gastronomía veneciana: pasta con sepia o marisco, pescados, y el postre por excelencia en casi toda Italia- aunque dicen las «malas lenguas» que su origen está en los burdeles venecianos- el tiramisú.
Si los pies no responden, una buena opción es tomar el vaporetto para llegar a través del Canal hasta San Marco. Algunos de los edificios están iluminados en su interior, con bellísimas lámparas de cristal de Murano, y nos hacen suspirar imaginando otra vida y otro tiempo. Muchos de ellos se han reconvertido en lujosos hoteles, con terrazas sobre el canal. Si, como yo, no puedes alojarte en ellos, no te preocupes. Siempre puedes soñar con hacerlo… quizá la próxima vez- me digo-.
Nos decepcionó en cierto modo la escasa iluminación a lo largo del Canal, incluso la Piazza nos resultó oscura, pero es seguramente esto lo que aumenta esa sensación de misterio que envuelve a Venecia, alimentada por cientos de historias y leyendas -hay quien asegura que son ciertas- de fantasmas y apariciones, historias trágicas de amores no correspondidos, de muertes violentas y pactos con el diablo.
En Venecia tienes que ver y recorrer ese «inmenso salón», en que se convierte la Piazza San Marco. Nos sentimos sobrecogidos por la suntuosidad de sus edificios, a esta hora en que el asedio (de turistas) ha terminado, retiradas ya las tropas de asalto. La disfrutamos acompañados tan sólo de la temperatura agradable en los días de primavera, lejos ya el peligro del acqua alta, y por la música en la terraza de los cafés.
El café Florian y el Quadri, los más famosos, no son los únicos en ofrecer magníficos conciertos al aire libre, un pequeño lujo que unos pocos se permiten. La mayoría escucha, o escuchamos, de pie; un cuarteto de cuerda aquí, una pequeña orquesta allá, una soprano que entona algún aria conocida. Uno tiene que controlar a sus pies, que se dejan llevar por un vals de Chaikovski o de Strauss mientras, a pocos metros, ajenos a cualquier testigo, una joven pareja se besa dulce y apasionadamente bajo la luna de Venecia.
PD: este post fue publicado originalmente en Blogspot (De viajes y libros) en 2011. Muchas de las fotografías originales no se han podido recuperar.
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